Ese crepúsculo morado que confiesa

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(Rebrotando a Antonio Machado)

Crecen bosques en  macetas
     en terrazas
     en jardines
                             crecen
las macetas olvidadas
a la intemperie.

El decrépito devenir de 
ausencias  y quemaduras
escuecen en la piel
hasta desollar el ánimo,
y crecen
las enredaderas verdes
en tiestos abandonados
(es cuestión de vida y tiempo).

Este jardín inglés de macetas invade
el territorio sin pedir permiso.
Sobre la pisada de olvido
crecen
los juncos verdes.

Suben por el palo de la escoba oxidada
las matas de poleo y el crepúsculo morado.
El diente de león
la higuera, que Fukuoka plantó,
crece.

Escuece el llanto, la quemazón y la herida
el siete de este corazón reseco

que aún respira.

Es la clorofila de las macetas
las mariposas 
el sol entreverado
quienes
en este otoño frío
devuelven el jugo y el canto
a la máquina de bombear vida
y crece 
                    el corazón zurcido
cuando  en las macetas estallan bosques:

el eterno olor de la higuera de sombra y dádiva,
que nos recolocan en el lugar de partida.



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